Todos os beijos proibidos e a música de Ennio Morricone
El beso
Antonio Pujía eligió, al azar, uno de los bloques de mármol de
Carrara que había ido comprando a lo largo de los años.Era una lápida. De alguna tumba
vendría, vaya a saber de dónde; él no tenía la menor idea de cómo había ido a
parar a su taller.Antonio acostó la lápida sobre una
base de apoyo, y se puso a trabajarla. Alguna idea tenía de lo que quería esculpir,
o quizá no tenía ninguna. Empezó por borrar la inscripción: el nombre de un
hombre, el año del nacimiento, el año del fin.Después, el cincel penetró el
mármol. Y Antonio encontró una sorpresa, que lo estaba esperando piedra
adentro: la veta tenía la forma de dos caras que se juntaban, algo así como dos
perfiles unidos frente a frente, la nariz pegada a la nariz, la boca pegada a
la boca.El escultor obedeció a la piedra. Y
fue excavando, suavemente, hasta que cobró relieve aquel encuentro que la piedra
contenía.Al día siguiente, dio por concluido
su trabajo. Y entonces, cuando levantó la escultura, vio lo que antes no había
visto. Al dorso, había otra inscripción: el nombre de una mujer, el año del
nacimiento, el año del fin. Microcuento de
Eduardo Galeano en el libro "Bocas del tiempo"
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