Já sei que querem a minha opinião
Um papo reto sobre o que eu pensei
Como interpreto a tal, a vil situação
Penúria, fúria, clamor, desencanto
Substantivos duros de roer
Enquanto os ratos roem o poder
Os corações da multidão aos prantos
Alguns sugerem que eu saia no grito
Outros, que eu me quede quieto e mudo
E eis que alguém me pede: "Encarne o mito"
"Seja nosso herói, resolva tudo"
OK OK OK OK OK OK
Já sei que querem a minha opinião
Um papo reto sobre o que eu pensei
Como interpreto a tal, a vil situação
Dos tantos que me preferem calado
Poucos deles falam em meu favor
A maior parte adere ao coro irado
Dos que me ferem com ódio e terror
Já para os que me querem mais ativo
Mais solidário com o sofrer do pobre
Espero que minh'alma seja nobre
O suficiente enquanto eu estiver vivo
OK OK OK OK OK OK
Ainda querem a minha opinião
Um papo reto sobre o que eu pensei
Como interpreto a tal, a vil situação
Que o nobre, nobre mesmo, amava os seus
Prezava mais o zelo e a compaixão
Tratava seu vassalo com afeição
A mesma que pelo cão e o cavalo
Então não falo, música e poeta
Me calo sobre as certezas e os fins
Meu papo reto sai sobre patins
A deslizar sobre os alvos e as metas
OK OK OK OK OK OK
Sei que não dei nenhum opinião
É que eu pensei, pensei, pensei, pensei
Palavras dizem sim, os fatos dizem não
“Cuando a una mujer le quitan todo, también
le quitan el miedo”
(Ecos del Desierto)
Canción del Desvelado
Algo que siempre a nacido
detrás de la cordillera
aunque no haya luna llena
siempre se queda en nosotros
y eso que a mi me desvela
es como entrar en tus ojos
es como si fuera el oro
de todas las cosas bellas
como la fuerza de un potro
que se encabrita en la selva.
Algo que nos toca el hombro
diciendo el tiempo que queda
todas las bestias salvajes
serpientes de lunas viejas
pasan y toman asiento
pero eso no me desvela
sino la luz que despierta
en las mañanas que vengan
otro camino de luz.
Algo que siempre a nacido
detrás de la cordillera
y que no es como una esfera
más bien parece una hembra
que está pariendo una estrella.
Le duele en toda las puntas
sangra con luz de la tierra
el árbol llena su copa
del canto de aves viajeras
pájaros de otro planeta
que nadie a visto de cerca
la ciudad de su horizonte
sabe su nombre que vuela.
Cada memoria enamorada
guarda sus magdalenas y la mía -sábelo, allí donde estés- es el perfume del
tabaco rubio que me devuelve a tu espigada noche, a la ráfaga de tu más
profunda piel. No el tabaco que se aspira, el humo que tapiza las gargantas,
sino esa vaga equívoca fragancia que deja la pipa, en los dedos y que en algún
momento, en algún gesto inadvertido, asciende con su látigo de delicia para
encabritar tu recuerdo, la sombra de tu espalda contra el blanco velamen de las
sábanas.
No me mires desde la ausencia con esa gravedad un poco
infantil que hacia de tu rostro una máscara de joven faraón nubio. Creo que
siempre estuvo entendido que sólo nos daríamos el placer y las fiestas livianas
del alcohol y las calles vacías de la medianoche. De ti tengo más que eso, pero
en el recuerdo me vuelves desnuda y volcada, nuestro planeta más preciso fue
esa cama donde lentas, imperiosas geografías iban naciendo de nuestros viajes,
de tanto desembarco amable o resistido de embajadas con cestos de frutas o
agazapados flecheros, y cada pozo, cada río, cada colina y cada llano los
hallamos en noches extenuantes, entre oscuros parlamentos de aliados o
enemigos. ¡Oh viajera de ti misma, máquina de olvido! Y entonces me paso la
mano por la cara con un gesto distraído y el perfume del tabaco en mis dedos te
trae otra vez para arrancarme a este presente acostumbrado, te proyecta
antílope en la pantalla de ese lecho donde vivimos las interminables rutas de
un efímero encuentro.
Yo aprendía contigo lenguajes paralelos: el de esa geometría
de tu cuerpo que me llenaba la boca y las manos de teoremas temblorosos, el de
tu hablar diferente, tu lengua insular que tantas veces me confundía. Con el
perfume del tabaco vuelve ahora un recuerdo preciso que lo abarca todo en un
instante que es como un vórtice, sé que dijiste " Me da pena, y yo no
comprendí porque nada creía que pudiera apenarte en esa maraña de caricias que
nos volvía ovillo blanco y negro, lenta danza en que el uno pesaba sobre el
otro para luego dejarse invadir por la presión liviana de unos muslos, de unos
brazos, rotando blandamente y desligándose hasta otra vez ovillarse y repetir
las caída desde lo alto o lo hondo, jinete o potro arquero o gacela, hipogrifos
afrontados, delfines en mitad del salto. Entonces aprendí que la pena en tu
boca era otro nombre del pudor y la vergüenza, y que no te decidías a mi nueva
sed que ya tanto habías saciado, que me rechazabas suplicando con esa manera de
esconder los ojos, de apoyar el mentón en la garganta para no dejarme en la
boca más que el negro nido de tu pelo.
Dijiste "Me da pena, sabes", y volcada de espaldas
me miraste con ojos y senos, con labios que trazaban una flor de lentos
pétalos. Tuve que doblarte los brazos, murmurar un último deseo con el correr
de las manos por las más dulces colinas, sintiendo como poco a poco cedías y te
echabas de lado hasta rendir el sedoso muro de tu espalda donde un menudo
omóplato tenía algo de ala de ángel mancillado. Te daba pena, y de esa pena iba
a nacer el perfume que ahora me devuelve a tu vergüenza antes de que otro
acorde, el último, nos alzara en una misma estremecida réplica. Sé que cerré
los ojos, que lamí la sal de tu piel, que descendí volcándote hasta sentir tus
riñones como el estrechamiento de la jarra donde se apoyan las manos con el
ritmo de la ofrenda; en algún momento llegué a perderme en el pasaje hurtado y
prieto que se llegaba al goce de mis labios mientras desde tan allá, desde tu
país de arriba y lejos, murmuraba tu pena una última defensa abandonada.
Con el perfume del tabaco rubio en los dedos asciende otra
vez el balbuceo, el temblor de ese oscuro encuentro, sé que una boca buscó la
oculta boca estremecida, el labio único ciñéndose a su miedo, el ardiente
contorno rosa y bronce que te libraba a mi más extremo viaje. Y como ocurre
siempre, no sentí en ese delirio lo que ahora me trae el recuerdo desde un vago
aroma de tabaco, pero esa musgosa fragancia, esa canela de sombra hizo su
camino secreto a partir del olvido necesario e instantáneo, indecible juego de
la carne oculta a la conciencia lo que mueve las más densas, implacables
máquinas del fuego. No eras sabor ni olor, tu más escondido país se daba como
imagen y contacto, y sólo hoy unos dedos casualmente manchados de tabaco me
devuelven el instante en que me enderecé sobre ti para lentamente reclamar las
llaves de pasaje, forzar el dulce trecho donde tu pena tejía las últimas
defensas ahora que con la boca hundida en la almohada sollozabas una súplica de
oscura aquiescencia, de derramado pelo. Más tarde comprendiste y no hubo pena,
me cediste la ciudad de tu más profunda piel desde tanto horizonte diferente,
después de fabulosas máquinas de sitio y parlamentos y batallas. En esta vaga
vainilla de tabaco que hoy me mancha los dedos se despierta la noche en que
tuviste tu primera, tu última pena. Cierro los ojos y aspiro en el pasado ese
perfume de tu carne más secreta, quisiera no abrirlos a este ahora donde leo y
fumo y todavía creo estar viviendo.
“Si la personalidad humana no
adquiere toda su fuerza, toda su potencia, entre las cuales lo lúdico y lo
erótico son pulsiones fundamentales, ninguna revolución va a cumplir su caminho”.
Foto1: Douglas Stewart incluida en edición de "Tu más profunda
piel", en Ultimo Round. Foto 2, 3 e 4:Cortázar disfrazado de vampiro y Gabriel García Márquez,
en 1974 en París. En su casa de Buenos Aires en 1936 (arriba) y en 1939.